Gente del Tunjuelo y del Humedal La Libélula


Mi respiración es agitada, sudo y se calienta mi sangre, mi movimiento es como una danza: inclino mi cuerpo, danzo con el azadón, cuando subo calculo el golpe y cuando bajo lo hago con fuerza y con esmero, es una tarea agotadora, sin embargo, el viento sopla como alentándome, fuertemente, cálidamente, llamando las nubes. Es como volar, relajarse, conectarse con el suelo, una fusión entre el hombre, la herramienta y el suelo, es como regresar a la naturaleza.
Levanto la mirada del suelo con el pedazo de raíces de pasto Kicuyo en mis manos, retirándolo y dejándolo sobre el suelo alrededor de un círculo para sembrar un árbol, Aliso, Magnolio, Bejuco, y muchos otros propios del lugar, del territorio. Al levantar la cabeza veo la gente trabajar, unos y unas abriendo otros círculos para sembrar más árboles. Otros y otras personas revisando la pequeña huerta que es nuestra excusa didáctica. Otros y otras personas trayendo hidratación: el guadañador se alegra, se quita la careta y apresurado bebe líquido.

Ya cuando estamos terminando y como en muchas Mingas, e inmediatamente después del grito de ¡Ya esta el almuerzo ¡ suena el cielo avisándonos que viene la lluvia, como pidiendo permiso para su trabajo, pues nosotros ya habíamos echo el nuestro en el Humedal La Libélula y en el Centro Experimental Juvenil.
De esto y de muchas cosas más, es trabajar en la recuperación del Humedal La Libélula, que es un pantano, humedal y meandro ubicado en el sur de Bogotá, no es el último si no uno de los últimos de una cadena de colchones de agua pertenecientes al río Tunjuelo que conecta las líneas imaginarias de Ciudad Bolívar y Tunjuelito cerca de la internacional Av. Boyacá.
Se llama Humedal La Libélula, por que así se le puso mientras  trabajábamos. No es un capricho ONGero, ni un convenio con una institución del estado como el Acueducto o la CAR. Se trata de un nombre legítimo, quiero decir legitimo porque así le puso la comunidad que lo camina, lo siembra y lo defiende. Es a partir de la legitimidad que se genera el conocimiento para nombrar las cosas, es decir, se trata de haber visto libélulas que habitan en el Humedal, porque no podríamos llamarlo el humedal del Elefante, de la luciérnaga o del Chichicuilote, porque no los hemos visto en ese lugar, seria una mentira, una falsedad nombrarlo de esa manera.
Se nombra Humedal La Libélula porque mientras trabajamos en él hemos visto libélulas que se posan sobre las plantas de higuerilla, sobre el suelo, sobre los árboles que hemos sembrado, incluso sobre nuestros azadones; son esquivas pero las vemos con cierta regularidad. Así mismo vemos culebras, ranas, lombrices y gusanos, gaviotas, gavilanes, lechuzas, patos y tinguas que han empezado a reconocer su hogar que está cobrando vida.
Creo que  la legitimidad que genera conocer y caminar un territorio es muy valiosa, pues no es posible tenerla solamente en simposios, conversatorios, encuentros, y menos cuando hay gente que se asume como eruditos, grandes pensadores y analistas del Tunjuelo, hablando de él sin siquiera caminarlo, sin siquiera conocerlo, sin siquiera sentirlo, sin olerlo, sin saborearlo, sin haberlo recorrido como lo hacemos nosotros en balsas artesanales, sintiendo sus bravuras como las sentimos cuando naufragamos. No compartimos con esa gente, porque tenemos una ética, una política y una ideología que respaldamos con las acciones intentando que en gran medida sean coherentes con lo que pensamos y decimos.
Por favor, grandes señores y pensadores del Tunjuelo, camínenlo, navéguenlo, escúchenlo, tiene mucho que decir, es un río que cultiva su propia huerta con gran esmero, que lleva vida y la reparte sobre su rivera, que con agrado exhibe su Ají, su Quinua, su Uchuva, sus Calabazas, sus árboles de Sauco y sus hermosas Higuerillas.
No sigan hablando de lo que no conocen, primero avancen sobre el conocimiento del territorio, desde lo que significa percibirlo  con el tacto al caminarlo, con el olor de sus aguas, el sonido de los gavilanes, la vista de sus paisajes, el sabor de sus frutos. Tunjuelo: lugar de contrastes, colores y diversas manifestaciones de la vida después de la destrucción.
Así, hacemos lo que pensamos, agudizamos la observación, de tal manera que descubrimos e interpretamos cómo era la vida en el Tunjuelo antes de los invasores. Queremos desenterrar nuestra historia del suelo, darle vida, sembrar el futuro descubriendo el pasado. Re-nacer pero descubriendo lo propio, descubriendo eslabones perdidos del gran territorio Muisca, que nos permitan re-hacerlo de la manera mas similar a como era, reconociendo la importancia de los avances hechos por la ciencia y la tecnología de occidente, escogiendo lo que nos sirve de esto, y lo que no.
Estamos descubriendo el agua tibia, lo que todo el mundo conoce, pero que pocos hacen, que muchos nombran pero pocos hacen, descubrir lo hermoso de lo pequeño, de sembrar la tierra, como elemento principal de la vida, no queremos el poder político, el poder es no poder, no poder gobernarse, no poder pensarse, no hacerse seres humanos, en cambio nosotros lo ejercemos, lo construimos desde abajo, convencidos de los saberes y conocimientos de nuestras gentes.
No pensamos en el poder político, somos poder político, no queremos tomarlo a la fuerza, ya ha habido mucha sangre, mucho dolor, disentimos de esas estrategias para darle paso a los colores y a los cantos, a la voz y a la vida.
Vamos avanzando como gentes del Tunjuelo, como guardianes de la Libélula, como hijos del planeta, hacia una utopía planeada y experimentada desde el hacer, desde lo cotidiano, somos la utopía diariamente en nuestras vidas. De esta manera cuando la guerra por la dignidad, la libertad y la vida la ganemos, no tendremos miedo de afrontar el triunfo, en vivir diferente, por que hemos construido un camino: ya hemos transformado el mundo desde lo que somos.

Disponemos entonces el mensaje de las gentes del Tunjuelo y la Libélula, que consiste en construir ese camino, en que la humanidad se humanice, no solo con la telaraña del discurso, sino con los objetos y acciones que lo permitan, objetos con espíritu y dispuestos para darle vida a la vida; el mensaje del generador Eólico, de las bici máquinas, de los fogones de aserrín, del Humus de lombriz, del papel de pasto, del azadón, de la pica, de la pala, del rastrillo, del abre-bocados, del palín, del costal, del horno de ladrillo, de las semillas de todas las plantas de todo el planeta, de la coca y el ambil, de los escombros reutilizados, de las ventanas con tabla y botella reciclada, de los baños secos Ese es el mensaje que a diario damos en el Humedal La Libélula y en el Centro Experimental Juvenil de la mano con el Proceso Popular Asamblea Sur con todos estos objetos y acciones que nos acompañan hace más de 9 años.

León 

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